En realidad, es cierto, cuando hablamos de “algas” se trata de un término que abarca un amplio grupo de organismos, tan grande como diverso. De hecho, la conocida como secuenciación del genoma ha permitido descubrir cuatro reinos de algas distintos: Plantae, Protista, Chromista y Bacteria. Además, éstas pueden ser unicelulares o tan grandes como un árbol, como ocurre con las algas marinas gigantes.
Como ocurre con el resto de plantas, las algas son típicamente fotosintéticas, lo que significa que precisan de dióxido de carbono y de la luz del sol para poder crecer. En este sentido, en los últimos años se viene hablando mucho acerca del conocido como combustible algal, que consiste básicamente en el uso de las algas marinas como una especie de biocombustible con muchísimo potencial.
¿Qué es y en qué consiste el combustible obtenido a partir de las algas marinas?
Conocido bajo distintos nombres (entre los que podemos mencionar algunos de los más populares, como biocombustible de tercera generación o algaeolum) nos encontramos ante un combustible de algas. Es decir, hacer biocombustible a partir de algas marinas.
Así, hace algún tiempo sabíamos que un grupo de expertos de la Universidad de Jaén (UJA), había iniciado un estudio de investigación con el fin de limpiar las aguas residuales terciarias a partir de la microalga ‘Botruococcus braunii’, que produce enormes cantidades de hidrocarburos líquidos.
De hecho, se sabe que las algas marinas acumulan aceites, los cuales, cuando son extraídos, pueden ser convertidos en combustibles renovables como diesel, gasolina o combustible para aviones. Además, algunas algas acumulan almidones que se pueden transformar en azúcares para convertirlos en etanol.
El petróleo consiste, en términos más bien simples, en una serie de algas antiguas, las cuales se han visto sometidas a elevadas temperaturas, y distintas presiones, a lo largo de millones de años. De ahí que muchos investigadores estén trabajando en el laboratorio con el fin de recrear este proceso natural de manera artificial.
Es más, no solo son útiles para la obtención tanto de biocombustibles como de biogás. También pueden emplearse en procesos de secuestro de GEI (lo que se conoce como “secuestro de carbono”, ayudando por tanto a la reducción de emisiones), y la propia captura en sí misma de CO2.
En lo que se refiere a la propia obtención de biocombustibles a partir de las algas, son varias las formas que permiten conseguirlo, y los distintos tipos de biocombustibles que se puede obtener:
- Biodiesel. Se obtiene a través de procesos termoquímicos (tipo Fischer-Tropsch), a partir de algas especialmente ricas en polisacáridos, biomoléculas formadas por la unión de una gran cantidad de monosacáridos.
- Hidrógeno. Se basa en el uso de algas ricas en carbohidratos que, en determinadas circunstancias y condiciones, se convierten en una fuente de energía para procesos celulares de liberación de hidrógeno y hidrólisis del agua.
- Combustible directo. Especialmente para la producción de calor y de electricidad. No obstante, es en estos momentos poco viable por su contenido elevado en sales y también en humedad.
- Bioetanol. Se consigue que se produzca la fermentación mediante el uso de una serie de levaduras adecuadas.
- Metano. Se consigue mediante digestión anaeróbica. Para ello es necesario llevar a cabo un proceso hidrotermal y de reprocesado del propio CO2.
En la actualidad, de hecho, distintas investigaciones están indagando acerca del uso de diferentes métodos para conseguir dicho biocombustible. A continuación te hablamos de dos de las tecnologías más destacadas:
- Mediante captación fotosintética. Las algas, como cualquier otra planta, son organismos fotosintéticos, por lo que fijan CO2. Esta técnica necesita de un enorme aporte de este gas, o en definitiva de aire enriquecido en él. No obstante, el coste del CO2 es bastante elevado, aunque podría convertirse en una opción interesante como manera de usar el procedente de emisiones de las industrias, por ejemplo.
- Mediante inducción de ‘blooms’ oceánicos de fitoplancton. Se trata de un sistema en el que se utilizan ‘blooms’ específicos de cocolitofóridos, que se caracterizan por ser microalgas con exoesqueleto de CaCO3. ¿Y qué son los ‘blooms’? Básicamente consisten en floraciones de algas que pueden acumular carbono y secuestrar una enorme cantidad de dióxido de carbono proveniente de las capas superficiales de los mares.
Como vemos, si bien es cierto que la recolección de floraciones de algas nocivas para obtener energía podría, casi sin ninguna duda, convertirse en un elemento beneficioso para el medio ambiente, por el momento es algo muy complicado. ¿Por qué? Fundamentalmente por los enormes costes, y desafíos, que supone tanto la cosecha de las algas cultivadas de forma natural, como su recolección en cantidades necesarias para la producción de combustible a escala comercial (es decir, que la cantidad y la calidad de la biomasa de algas sea la adecuada).
No obstante, algunas empresas están ya investigando acerca de cómo aprovechar este suministro de biomasa natural, en especial el uso de macroalgas cultivadas en granjas de mar abierto.