En el día de ayer conocíamos los resultados de un informe especial del IPPC (Panel de expertos de la ONU contra el Cambio Climático), y sabíamos que 1.500 millones de personas se encuentran en peligro por el impacto del cambio climático en los océanos, al advertir que el aumento del nivel del mar se está duplicando, y se cree podría superar ya a finales de este siglo el metro de altura si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero que están provocando el cambio climático. En el mar, y en los océanos, podríamos encontrar una solución para el clima: las algas gigantes. ¿Por qué? ¿En qué podrían ayudar en la lucha contra el cambio climático?.
Recientemente te comentábamos que las algas marinas, al igual que las medusas, crecen rápidamente, convirtiéndose así en una opción natural excelente para la producción de biocombustible. En este sentido, sabemos que las pequeñas algas marinas son capaces de evolucionar rápido, y podrían ser utilizadas como una herramienta más para frenar el cambio climático, en una señal de que parte de la vida oceánica puede ser más resistente de lo que se piensa tanto a la acidificación como al aumento de las temperaturas.
La evolución, es cierto, suele omitirse en el debate y protecciones científicas acerca de cómo el calentamiento global podría afectar al planeta en las próximas décadas, fundamentalmente porque los cambios genéticos tienden a ocurrir, en realidad, muy lentamente como para ayudar a que criaturas mucho más grandes, como por ejemplo podría ser el caso del bacalao, el atún o las ballenas, pueden protegerse en este sentido.
Pero esto no ocurre con las algas. Así, un estudio científico publicado en el año 2014 encontró que un tipo de alga microscópica, capaz de generar 500 especies al año, o más de una al día, aún puede prosperar cuando se expone a unas temperaturas mucho más cálidas, y cuando los niveles de acidificación aumentan.
La alga microscópica estudiada es un fitoplancton conocido con el nombre de ‘Emiliania huxleyi’, que destaca por ser una fuente principal de alimento para peces y un buen número de especies oceánicas. Además, también absorbe enormes cantidades de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, a medida que evolucionan y crecen. De hecho, su enorme población puede llegar a verse incluso desde el espacio.
De acuerdo a los investigadores, cuyo estudio fue publicado en la revista especializada ‘Nature Climate Change’, deben considerarse los diferentes procesos evolutivos con el fin de predecir los efectos de un océano que se calienta y se acidifica sobre el fitoplancton.
El panel de expertos de la ONU afirma que los gases de efecto invernadero emitidos por el hombre a la atmósfera son los principales culpables de calentar el planeta. Y el gas principal, el dióxido de carbono, se convierte en un ácido débil desde el momento en el que se disuelve en agua, acidificando lentamente los océanos.
En el año 2013, un estudio llevado a cabo por 540 expertos encontró que la acidificación era, en realidad, una tormenta silenciosa en los océanos, que tiende a amenazar la vida desde los arrecifes de coral hasta las poblaciones de peces. Así, se estima que para el año 2100, los madres podrían volverse un 170 por ciento más ácidos, en comparación con los niveles existentes anteriormente a la Revolución Industrial.
Por todo ello, el estudio publicado en 2014 fue sumamente interesante, dado que mostró que las algas microscópicas, recogidas del agua de Noruega a 59 ºC, tendieron a evolucionar a un tamaño mucho menor cuando las temperaturas son altas (especialmente en aquellos experimentos que duraron más de un año), pero también crecieron más rápido, produciendo una masa más grande en general.
Según parece, no solo las algas microscópicas podrían ser más resistentes de lo esperado a los cambios oceánicos provocados por el cambio climático. También ocurriría algo parecido con los arrecifes de coral y con los erizos de mar.
Se ha demostrado, por tanto, que las algas son en realidad mucho más efectivas -y eficientes- que los árboles para reducir el dióxido de carbono en la atmósfera, pudiendo además ser utilizadas para la creación de combustibles. A medida que consumen CO2 producen biomasa, que luego puede ser procesada para crear una amplia diveridad de materiales, desde combustibles a aceites, pasando por fertilizantes, plásticos y cosméticos.
En este sentido, hemos sabido que un grupo de expertos están trabajando en un biorreactor a base de algas, que sería capaz de capturar dióxido de carbono 400 veces más rápido que los árboles.